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jueves, 30 de junio de 2011

¿Te animas a caminar sobre el agua?

“Pueden confiar en mí. Conocen mi carácter y mi capacidad. Pueden entregarme con seguridad su destino en mis manos. Tengan valor. Soy yo.”

Dios todavía les pide a sus seguidores hacer cosas extraordinarias y, si no lo estás buscando, es posible que no lo veas.
He sentido atracción durante muchos años por la historia de Pedro cuando sale de la barca y camina sobre el agua con Jesús. Es uno de los mejores retratos del mayor significado del discipulado en La Escritura. Veamos un poco, ¿de qué está hecho alguien que camina sobre el agua?

Ellos reconocen la presencia de Dios

Pedro y sus compañeros se metieron en un pequeño bote una tarde para cruzar el mar de Galilea. Jesús quería estar solo, así que se fueron a navegar sin Él. A Pedro no le incomodó eso: había estado en barcas toda la vida. Es más, le gustaban.

Pero esta vez se desencadenó una tormenta. Y no se trató de una ráfaga cualquiera. El Evangelio de Mateo dice que la barca era “zarandeada” por las olas. Fue tan violenta que lo único que los discípulos podían hacer era mantenerla a flote. Para las tres de la mañana me imagino que no estarían preocupados por llegar a la otra orilla: Solo querían seguir vivos...


Entonces uno de los discípulos notó una sombra que se movía sobre el agua en dirección a ellos. Mientras se acercaba, comenzó a notarse una figura humana que caminaba.

Detente un momento para dejar que la imagen tome forma. Los discípulos estaban angustiados y la única persona que podía ayudarlos se estaba acercando a ellos. Solo que Él no estaba en la barca y los discípulos no lo reconocieron.
Maravillosamente, el no tener una embarcación no parecía impedir a Jesús en lo absoluto.

Pero los discípulos estaban convencidos de que se trataba de un fantasma, así que se aterrorizaron y gritaron con temor. Desde nuestra perspectiva, podemos preguntarnos cómo es que no pudieron saber que se trataba de Jesús. ¿Quién más podría ser? Mateo, sin embargo, quiere que sepamos que algunas veces se requiere de los ojos de la fe para reconocer a Jesús cuando está cerca. Muchas veces, a mitad de la tormenta, zarandeados por las olas de la decepción y la duda, no somos mejores que los discípulos si se trata de reconocer la presencia de Jesús.

¿Qué pretendía Jesús caminando por… digo, sobre el lago a las tres de la mañana? Solo por un momento profundicemos un poco.

David Garland halla una pista en la versión que da Marcos de esta historia en su evangelio. Marcos dice que Jesús “iba a pasarlos de largo” sobre el agua pero que, cuando lo vieron caminar sobre el lago, creyeron que era un fantasma. ¿Por qué Jesús quería “pasarlos de largo”? ¿Decidió competir con ellos en una carrera? ¿Quería impresionarlos con un truco realmente bueno?

Garland señala que el verbo parérjomai (“pasar junto”) es utilizado en la traducción griega del Antiguo Testamento como un término técnico relacionado con una teofanía: esos momentos determinantes cuando Dios hizo “apariciones notables y temporales en el reino terrestre para un grupo o individuo seleccionado con el propósito de comunicar un mensaje”.

“Cuando yo pase en todo mi esplendor…”, dijo Dios a Moisés mientras lo colocaba en la hendidura de una roca para que pudiera verlo, y luego le dio a conocer su nombre “pasando delante de él”.
Dios le dijo a Elías que se presentara en la montaña ante Él, porque estaba a punto de “pasar por allí”.
Hay un patrón en estas historias. En cada caso Dios tuvo que atraer la atención a través de la zarza ardiente, del viento y del fuego… o caminando sobre el agua.

En cada caso Dios los llamó a hacer algo extraordinario. En cada caso la persona a quien Dios llamó, sintió temor. Pero cada vez que esa persona dijo “sí” a su llamado, sintió el poder de Dios en su vida.
Así que, cuando Jesús se acercó a los discípulos sobre el agua intentando “pasarlos de largo”, no estaba nada más que haciendo un formidable acto sobrenatural. Estaba revelando su divina presencia y poder. Solo Dios puede hacer algo así: “Él (…) reprendió al viento y a las olas”.

Es interesante observar que los discípulos entraron a la barca originalmente por órdenes de Jesús. Tenían que aprender, al igual que nosotros, que la obediencia no es garantía para evitar la adversidad. Y en el instante en que la tormenta captó toda su atención, Jesús decidió que era el momento en el que los discípulos tenían que aprender un poquito más acerca de Él. “De eso se trata, amigos”, les aseguró. “Pueden confiar en mí. Conocen mi carácter y mi capacidad. Pueden entregarme con seguridad su destino en mis manos. Tengan valor. Soy yo.”  No lo habían entendido en su totalidad todavía, pero Dios los visitó en la carne, al caminar sobre el agua.

Mateo quiso que sus lectores entendieran que, a menudo, Jesús viene cuando menos se lo espera: a las tres de la mañana, en medio de una tormenta. Dale Bruner anota “de acuerdo a Las Santas Escrituras, los extremos humanos son un punto frecuente de encuentro con Dios”. Esos momentos determinantes, dispuestos por Dios, los tendremos tú y yo. Dios todavía les pide a sus seguidores hacer cosas extraordinarias y, si no lo estás buscando, es posible que no lo veas.
En la barca se sentaron doce discípulos y no sabemos cómo es que once de ellos respondieron a esa voz. Tal vez con confusión, admiración, incredulidad o con un poco de cada una.

Pero uno de ellos, Pedro, estaba a punto de convertirse en un caminante sobre el agua. Él reconoció la presencia de Dios en el lugar más inusual. Se dio cuenta que esta era una extraordinaria oportunidad para el crecimiento y la aventura espiritual. Así que se le ocurrió una idea.

Ellos disciernen entre la fe y la necedad

Pedro espetó al caminante sobre el agua: “Si eres tú … mándame que vaya a ti sobre el agua”. ¿Por qué razón incluye Mateo este detalle? ¿Por qué Pedro simplemente no se zambulló en el agua? Creo que por un motivo muy importante. Esta no es una historia acerca de cómo correr riesgos. Se trata en esencia de un relato sobre la obediencia. Eso significa que tengo que discernir entre un llamado auténtico de Dios, y lo que puede ser simplemente un necio impulso mío. El valor por sí solo no es suficiente, debe estar acompañado de sabiduría y discernimiento.

Mateo no elogia el arriesgarse por su propio bien. Jesús no busca gente que salta de los puentes con cuerdas elásticas, ni pilotos que planean en aparatos voladores caseros, ni corredores de autos que persiguen tornados. Caminar sobre el agua no es algo que Pedro hiciera con propósitos recreativos. Esta no es una historia sobre deportes peligrosos, es acerca de discipulado radical. Eso significa que antes que Pedro salga de la barca, más vale que esté seguro de que Jesús piensa que es una buena idea. Por eso es que pide claridad: “Si eres tú… mándame”.

Y creo que, en la oscuridad, Jesús sonrió. Tal vez se carcajeó, y todo debido a que una persona en la barca, entendió. Pedro tuvo una vaga noción de lo que el Maestro hacía. Y no solo eso, tuvo suficiente fe para creer que también podía compartir la aventura. Decidió que quería ser parte de la historia del primer caminante sobre el agua: “¡Mándame!”


Por John Ortberg

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