
La conferencia, excelente. Ramiro mismo estaba sorprendido de su elocuencia. Se bebió un trago de agua y siguió con la exposición, haciendo acopio de la presentación que se proyectaba en tamaño gigante en la pantalla, visible para todos, con gráficos coloridos y llamativos.
Habló de Guerra Espiritual, de Intercesión, de Liberación de endemoniados. Términos contundentes. Una que otra cita bíblica. “Es un hombre muy versado en el tema”, comentó uno de los participantes. Su compañero asintió con el cabeza, totalmente identificado con su percepción.
El problema surgió dos días después cuando lo llamaron a media noche. Se encontraba sumido en un sueño profundo, con escenas paradisíacas de una playa idílica en un atardecer nostálgico. Miró el número que identificaba el celular. Definitivamente no lo conocía, así es que contestó de mala gana.
Al otro lado de la línea, un hombre desesperado quería saber qué hacer con su hija adolescente. “Grita como loca y emite chillidos horrorosos”, decía atropelladamente. Él se limitó a recomendarle que fuera donde su párroco o pastor. Terminada la comunicación, se encogió de hombros y dio vuelta en la cama para proseguir su sueño. Muy en lo íntimo, no sabía a ciencia cierta cómo responder en un caso así.