Cuando el joven gobernante rico se acercó a Jesús, e inquirió sobre los requisitos para seguirle, nuestro Señor le apuntó a la ley. El joven acertó que estos mandamientos él guardaba desde su juventud. Jesús, conociendo su corazón, le pudo haber dicho: “Hipócrita, examina tu corazón.” Pero el Maestro no es uno de nosotros. En lugar de esto puso el dedo en la llaga cuando, en efecto, le dijo: “Vamos a ver cómo estas con el primero:” ‘Vende todas tus cosas y reparte a los pobres.’
El joven tenía “otro Dios” en su vida y quizás hasta ese preciso momento no lo había reconocido. Triste decirlo, pero hasta que no somos confrontados, nosotros caminamos adorando ídolos invisibles. Se requiere conocer ‘lo que nos falta’ para seguir a Jesús. Él sabe que es así y suple lo que necesitamos con base a la gracia inmerecida. En efecto, nos justifica y declara santos.
Que un Católico tenga y use imágenes en su adoración, pudiera ser inocuo (No dañino) comparados con nuestros ídolos secretos. En el tabernáculo había imágenes de figuras celestiales. Cuando se construyó el arca del pacto, se colocó la figura de querubines sobre ella. Moisés erigió la serpiente de cobre en el desierto.
“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”
Ing. Alfonso Orellana
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