A. Una señorita no debe permitir caricias cuando éstas la puedan dañar moralmente. No se descarta la posibilidad que un joven que ama a una señorita trate de brindarle caricias que puedan despertar en ella pasiones sexuales, que más tarde le resulten fatales. Cuando las caricias que un joven brinda a una señorita conllevan el propósito de dañarla moralmente, ella está en el deber ineludible de rechazarlas, aun a sabiendas de que por este motivo, ella pueda perder al ser amado.
B. También, una señorita que está seriamente interesada en mantener la dignidad del noviazgo, no debe aceptar caricias, cuando éstas la pueden perjudicar físicamente, dicho en otras palabras, cuando las caricias provocan en ella el acto sexual ; ya que la actividad sexual está reservada únicamente para una pareja legalmente unida por los sagrados vínculos matrimoniales. Dentro de una pareja de novios siempre debe de existir respeto por la vida y la dignidad humana. Deben asimismo, estar compenetrados que en el noviazgo existen ciertas limitaciones y ciertos deberes para con la persona amada. Cuando amamos respetamos, y cuando respetamos somos incapaces de herir o dañar física o moralmente a nuestra pareja.
C. Las caricias dentro del noviazgo tampoco deben ser permitidas cuando éstas conllevan el propósito de perjudicar espiritualmente. Cuantas vidas han sido destrozadas física, moral y espiritualmente por haber permitido caricias que no eran otra cosa, sino la desviación de los verdaderos sentimientos espirituales.
D. Queremos dejar bien claro, que en ningún momento hemos manifestado que las caricias dentro del noviazgo sean buenas o malas. Es decisión de cada miembro de la pareja aceptar o rechazar lo que puede considerarse como perjudicial para el desarrollo de sus propias vidas, o en su defecto, lo que puedan considerar que no conviene a la propia dignidad humana. Lo que sí hemos declarado con toda franqueza es que de ninguna manera las parejas de novios deben permitir aquellas prácticas amorosas que son contrarias a nuestra vida cristiana. Alguien escribió en una oportunidad : “que un amor sin caricias es como un jardín sin flores”. Déjeme decirle que eso no es cierto, porque las flores son bonitas cuando se cultivan delicadamente dentro de un hogar bien conformado y con el respaldo divino.
CONCLUSION:
Expresamos al principio que el noviazgo debe terminar con “los sonoros acordes de la marcha nupcial en el altar del matrimonio”. Por tanto, pidamos a Dios que él nos ilumine, para que podamos emprender este tipo de compromisos en nuestra vida, con toda seriedad, con la finalidad de ser dirigidos adecuadamente en la formación de verdaderos hogares cristianos.
Que nuestro Sabio Dios nos siga bendiciendo.
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