Las personas pueden quitarme la libertad, pueden intentar acabar con mis sueños, pueden arrancarme los brazos, las piernas, e incluso alejarme de mi familia. Voy a un país donde no tengo amigos, y nadie me conoce. Voy como esclavo; tal vez, para comenzar lavando platos y limpiando baños. Pero voy contigo y, pase lo que pasare, nunca dejaré de amarte”. El amor de Cristo inspiró la vida de José todos los días. Fue vendido como esclavo, y se mantuvo fiel frente a las más audaces tentaciones. Y ¿cuál fue la recompensa que recibió por su fidelidad? La prisión...
En este mundo, no siempre tu fidelidad va a traerte, como recompensa, el cielo. En esta tierra, a veces, la fidelidad va a traerte hambre, pobreza, renuncia, y hasta el desprecio de tus amigos. No te preocupes. Si Jesús está contigo, si le has entregado la vida a Cristo, vayas a donde vayas, el Señor irá contigo.
Y desde la prisión, desde la mazmorra, desde la desgracia, te va a levantar y te va a convertir en un príncipe, porque tú eres hijo del Reino; has nacido para serlo y, finalmente, llegarás a serlo.
José es el hombre que nunca dejó de amar a Dios. Por su amor a Dios, descendió a las profundidades del dolor y del sufrimiento; pero, también, fue levantado de allí, hasta las cumbres más elevadas. Llegó a ser el segundo hombre más poderoso de Egipto, una nación pagana.
Si tú luchas en busca de un futuro mejor, amas a Jesús y nunca te apartaste de su amor, y pese a eso, parece que todo te va mal; si, no obstante, mantienes tu amor y tu fidelidad por Cristo, créeme que Dios te va a colocar en los lugares más altos.
Haz de este un día de sueños; que el más grande de todos sea permanecer fiel a Dios hasta el fin, a pesar de la incomprensión de tus hermanos. Porque “soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía”.
Tomado de: reflexiones-cristianas.
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