No sé por qué tenía la sensación de que aquella mañana sería especial para mí. Aparentemente, era una como cualquier otra. Me levanté, desayuné frutas y cereales; abrí la Biblia, y me puse a buscar un versículo que tocase mi corazón, que hablase a mis necesidades y me ayudase a ser una persona mejor.
Entonces, llamó mi atención este versículo. Aparentemente, nada decía. Había dos palabras hebreas que parecían complicar el pensamiento. Pero, el libro de Oseas es el libro de la gracia, y si este texto estaba allí, debía tener algún mensaje especial.
“En aquel tiempo”, empieza diciendo Dios.
El Señor se proyecta hacia el futuro; a un tiempo en que, finalmente, sus hijos entenderían la esencia del cristianismo. “Me llamarás Ishi y nunca más me llamarás Baali”. ¿Qué significa eso? En el original hebreo, Ishi es esposo, amado. Baali, señor, más relacionado con el sentido de patrón...
Dios desea llevarte a vivir la maravillosa experiencia del amor. Él no quiere que lo veas como un dios rígido, exigente, con una vara en la mano, listo a castigar la desobediencia de sus vasallos.
Dios desea que desarrolles, con él, una experiencia de amor. Como la esposa lo hace con el esposo.
Un día, en Jericó, vino a Jesús un joven angustiado, y le preguntó: “¿Qué haré para tener la vida eterna?” La respuesta de Jesús tenía, como objetivo, llevar a ese joven a la dimensión del amor. Obedecer por obedecer no tiene valor, para los fines espirituales.
La obediencia solo es válida cuando es la expresión de un profundo amor por Jesús.
Por eso, él lo dejó todo allá, en el cielo, y vino a esta tierra a morir por ti. Lo que más desea es conquistar tu corazón. Te ama. Y, cuando alguien ama a una persona, no desea someterla a una vida de servidumbre y de miedo, sino llevarla a pasear por los floridos jardines del amor.
¿Qué tipo de dios es el tuyo? ¿Baali, aquel que te observa con ojos vigilantes, de capataz? ¿O Ishi, aquel que te ama y quiere que le entregues el corazón?
No salgas de casa, hoy, sin repensar tu cristianismo. ¡Es hora de amar! Cuando el amor de Jesús inunde tu corazón, verás qué fácil es llevar los frutos del amor. La noche se hará día, y la tristeza, alegría.
“En aquel día —afirma el Señor—, ya no me llamarás: “mi señor”, sino que me dirás: “esposo mío”
No hay comentarios:
Publicar un comentario