El Espíritu no se evapora, pero podrías pensar que es así si lo abandonas de esa manera. Debes constantemente permitir que el aceite del Espíritu fluya sobre ti, refrescando tu vida espiritual. Esto lo haces por medio de la oración, la comunión con Dios y la lectura de la Palabra de Dios. La unción permanecerá en tu vida si continúas caminando y hablando con (no siempre «a») el Señor. Cuando pases ratos en su presencia, el rico aceite del Espíritu Santo correrá por tu vida, refrescándote y renovando tu espíritu.
Otra característica interesante acerca del aceite es que se escurre si hay un hueco en la vasija. El hueco puede ser muy pequeño, y hasta invisible a simple vista, pero si hay cualquier mancha o impureza en la composición de la vasija, el aceite encontrará la forma de salirse por ahí. Efesios 4 nos advierte de cualquier posible «hueco» en tu vasija, cuando dice que no des «lugar» al diablo. La palabra lugar se deriva de la palabra griega para «avenida» o «ventana». Así que no debes dar avenida al diablo. No permitas que los huecos de la amargura, el resentimiento, la lástima propia, y otras cosas semejantes se cuelen en tu vida. Pues se escapará el precioso aceite del Espíritu. Estos «huecos» que atacan tu vasija del Espíritu son tan sutiles que al principio son difíciles de detectar. La amargura puede colarse casi sin que te des cuenta. ¿Y cuántas veces te has encontrado con alguien que está perdiendo aceite por los huecos de la lástima propia? Todo lo que oyes de estas personas es: «Pobre de mí, pobre de mí». Al buscar y andar en la unción, es imperativo que te guardes de estos huecos y te concentres en mantener tu aceite fresco...
Otra verdad acerca del aceite es que sólo el aceite fresco tiene la debida densidad —espesor— para ser útil en un motor o una máquina. A ese espesor se le llama viscosidad, y es importante, puesto que esto determina la habilidad del aceite para resistir el calor y la presión y para reducir la fricción y la tensión. Mientras más baja la viscosidad, menos podrá el aceite proteger bajo ciertos niveles de presión. Como sabes, es importante que cambies el aceite de tu automóvil con regularidad. Es tan importante que la mayoría de los fabricantes de automóviles recomienda cambiarlo cada tres o cinco mil millas para recibir el mayor beneficio.
De otra manera, además de ensuciarse, el aceite pierde espesor y color, y puede dañar el motor en vez de protegerlo. Asimismo tu unción perderá su espesor bajo el calor de la guerra espiritual. Por eso debes dar atención diaria a la oración y el estudio bíblico. Es la única manera de desarrollar y mantener tu espesor y fortaleza espiritual.
Transformando el aceite
En Primera de Samuel encontramos el relato del ungimiento que hiciera Samuel a Saúl con aceite. Saúl fue transformado. «Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre» (10.16). La unción te convierte en una persona diferente. Como he visto tan poderosamente en cruzadas de milagros en toda la nación, te vuelves valiente y fuerte. Tu mente se aclara. Tu espíritu se hace sensible. Te vuelves consciente del mundo invisible a tu alrededor. Sí, según los versos 6-9, Saúl fue ungido y se convirtió en otro hombre. Dios le usó para eliminar a miles de filisteos. Se convirtió en el rey de Israel.
Pero, trágicamente, comenzaron a salir los defectos y los huecos. Segunda de Samuel 1.21 nos dice: «Montes de Gilboa, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; porque allí fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite». Los guerreros tenían maneras especiales de cuidar sus armas. Por ejemplo, los escudos, hechos de piel, tenían que ser frotados con aceite para preservarlos. Este «frotar con aceite» es símbolo de la unción, pues cuando nuestras vidas son frotadas con la unción del Espíritu Santo, se vuelven útiles para el reino de Dios.
Sin embargo, Saúl llegó a ser «como si no hubiera sido ungido con aceite». Él había perdido esto a causa del pecado. Primera de Samuel 3.11-15 da un informe de Saúl y su ejército en combate con los filisteos. Samuel, el juez y profeta, había prometido hacer ciertas ofrendas él mismo (10.8) antes que Israel saliera a la batalla. Cuando no llegó a la hora esperada, Saúl neciamente pensó que él podía mejorar la suerte de Israel contra los filisteos y ofreció él mismo el holocausto. Con esta desobediencia, Saúl violó las normas establecidas por Dios para los oficios de rey y profeta. Él pecó y Dios le miró como si nunca hubiera sido ungido. Después de conocer el poder y la intimidad de la unción regia, de la que escribí antes, si la perdieras, también perderías el escudo de protección, el rocío, la lluvia de la bendición de Dios.
Extraido del libro La unción por Benny Hinn
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